Anoche me persiguió un tenebroso motociclista por un monte.
Recuerdo de manera difusa una casa rodeada de árboles llorones.
Aun siento mi corazón acelerarse, detenerse y acelerarse.
Absurda y no, si así fuese consideraría mi estadía en la tierra una gran perdida de tiempo, los pasajes y las recuperaciones como un esfuerzo malogrado para que la vida se me siente en la cara.
De lo contrario morir es tan fácil, morir, morir, esa palabra parecida a desaparecer...
Le temo a la presencia de la palabra. La muerte sin forma.
La imaginación reposa sobre una flor negra, el aroma dulce del sin retorno abate mi alma.
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